El debate en torno al tema del
salario mínimo en el país, ha alcanzado una resonancia política, social y
empresarial impresionante. Mientras que
algunos promueven el aumento del mismo, otros patalean y van en contra de lo
que esta interesante propuesta ha generado sobretodo en el círculo laboral de
prácticamente todo el territorio nacional.
El asunto no es para menos, si
tomamos en cuenta que la irrisoria cantidad que actualmente representa el
salario mínimo y que se le paga a la clase trabajadora por una jornada de
trabajo no alcanza para sufragar los gastos necesarios para la manutención de
una familia, en otras palabras, es una lucha constante y de reversa para los
jefes de familia que no logran aterrizar los elementos más apremiantes para el
sostenimiento e impulso del hogar.
La limitada economía, en
comparación con los altos salarios que devengan por ejemplo los funcionarios de
gobierno y los propios legisladores, desequilibran por completo el status
social, la diferencia de clases se promueve constantemente y el interés
por tratar de equilibrarlo se nulifica
por el efecto que causa la insensibilidad ante los problemas que adolecen en el
país y que estadísticamente representa a lo que hoy llamamos marginación,
pobreza y exclusión.
El debate al aumento del salario
mínimo, lejos de ser una bandera política
o un eventual trampolín en el escenario político, representa una enorme
necesidad laboral y pone en la mesa de la discusión, un asunto que se ha
guardado irresponsablemente por quienes insisten en mantener tal diferencia de
clases para el sometimiento de las masas asalariadas a las voluntades y
caprichos de un puñado de empresarios,
políticos y gobernantes que mantienen el control y manejo estratégico del país,
un país en donde impera el desorden económico, en donde el jodido seguirá
siendo pisoteado y los gánsteres de la plutocracia aumentando su poder en pro
de la supremacía financiera.
Es probable que la idea sea
descabellada como dicen algunas voces por aquello del tema inflacionario, pero
la realidad es que sería un logro importante, puesto que la incongruencia en
las finanzas de millones de familias mexicanas con los constantes aumentos de
la canasta básica, de los insumos primordiales, de los combustibles, enmarcan
la situación que lacera en gran parte del territorio y en los cinturones de
miseria que aglutinan los estados más pobres del país.
¿Por qué no homologar los
salarios en el país? ¿Por qué los legisladores tienen un tabulador que rebasa los
75 salarios mínimos en una sola exhibición? ¿No son los trabajadores quienes
mueven a este país?
En el caso de la entidad
oaxaqueña, el salario para este 2014 oscila por los 64 pesos diarios que
multiplicados por 15 días arroja una cantidad paupérrima de 960 pesos, la
realidad entonces golpea y lastima indudablemente a la clase obrera, máxime si
consideramos que el trabajo hoy en día
es muy escaso. La desgracia de unos, es complacencia para otros.
Ojala y que los factores que
lacera en la vida de los trabajadores, sean condicionantes para que al momento
de la discusión se puedan ir abriendo las posibilidades para que las cosas
vayan cambiando, es cierto que la diferencia es abismal pero de una u otra
forma se tiene que ir compactando para que podamos presumir en un futuro de
igualdad, equidad y modernidad. En tanto esto no suceda, seguiremos estancados
como nación tercermundista, sin esa aspiración legítima de crecer y
desarrollarnos como tal, porque las injusticias aun prevalecen y van
exterminando cualquier posibilidad de encausarnos en un eventual punto de
intersección con los países que han encontrado la fórmula para promover políticas públicas que impulsen a
quienes con su esfuerzo laboral consiguen vivir armoniosa y dignamente,
percibiendo recursos que satisfagan sus necesidades más importantes.
El reto es enorme, el estigma
reformador del presidente de la república necesariamente también tendrá que
armonizarse con el tema, no quedarse aislado ante un reclamo histórico y justo
para los millones de trabajadores que a lo largo de sus vidas laborales han
quedado arrinconados sin que nadie los valore y se preocupe por brindarles esa
seguridad económica mediante la percepción de un salario digno.
Miguel Ángel Mancera, jefe del
gobierno capitalino y ferviente impulsor
del incremento salarial, ha dado paso a una desbandada de críticas de
políticos, cámaras de comercio y patronales, incluso del propio gobierno
federal quienes argumentan los efectos negativos que se tendrá en un dado caso
de aprobarse de golpe dicho salario mínimo, sin considerar desde luego, que el
daño lleva años estancado por la propia necedad de ellos mismos a no atreverse
a tratar el asunto, como una emergencia económica y laboral que pende de un
hilo porque en definitiva las familias ya no cuentan con ese poder adquisitivo
que les permita “vivir mejor”.
Mientras que las prerrogativas
que reciben los partidos políticos por conceptos operativos van en aumento y
con especiales variaciones en cada ejercicio fiscal, el tema del salario primitivo
no puede ser indiferente para quienes privilegiadamente navegan por estos
institutos, la seriedad con que se trate el asunto será crucial para que el
impulso social llegue a otro nivel.
Veremos que sucede en los
próximos días, si los legisladores se ponen de acuerdo en el punto, o la desesperanza
de los trabajadores hará mella en la próxima contienda electoral intermedia del
2015, en donde serán electos diputados federales, la directriz legislativa
deberá tomar en consideración toda posibilidad, porque si en algo tenemos
razón, es que la mayor parte ciudadana ya se encuentra hasta el copete (por no
utilizar otra concepto despectivo) de que la voluntad depositada mediante el
sufragio, sea lastimada y burlada cada vez que existen estos movimientos electoreros.
DEDICATORIA: A los millones que conforman la planta laboral
mexicana directa o indirectamente y que perciben hasta el día de hoy, un
salario paupérrimo que no les alcanza para una vida digna y que siguen estando
a la espera de la trillada justicia social.